Infancia, territorio iluminado
por la misericordia del recuerdo.
Niñez clara y fulgurante
bajo el mágico prisma de los años.
Ahora que navego
en mar abierto
hacia el confín de mis días
me guío por el faro
cada vez más nítido
de la inocencia perdida.
Entre las brumas del tiempo
me sonríe ligera, liviana
y bondadosa la calidez
imaginada del pasado.
Tuve y no tuve la dicha
de ser niña. Si la tuve,
la inventé. Quiera Dios que pueda
con igual poesía
inventarme la luz
de las tardes por venir.