Cantaletas planetarias

Pocas cosas tan fastidiosas como la cantaleta, esa advertencia generalizada, la predicción vaga del desastre emanada de un monólogo y no de un diálogo, el anuncio de la catástrofe sin derecho a réplica ni consideración con los hechos y con el raciocinio. En pequeña escala la conocemos como “te vas a resfriar”, “cuidado te caes”, “eso va a ser un desastre”, “así no se puede”, “ojo, que los hombres son todos perros”, “mejor no salgas que están robando mucho”, y sus ilimitados etcéteras.

Lo que no es tan obvio, pero pensándolo bien es lo mismo, es lo que Maritornes llama la cantaleta planetaria, que es ese vaticinio reiterado y carente de esperanza de que el mundo va camino a su apocalipsis. Las diversas versiones dependen de la agenda del cantaletoso. El mundo se va a acabar si no nos volvemos todos veganos. El mundo no es sostenible a menos que pasado mañana dejemos todos los automóviles estacionados. Se acabará el aire a menos que dentro de un mes ya no haya ganadería. Aunque esas preocupaciones tengan en ocasiones sus aspectos válidos, múltiples componentes de la cantaleta planetaria son perniciosos para el espíritu, y para los objetivos que dice buscar: adelantar las causas con base en el miedo o el terror (que en el fondo es una manipulación de gran envergadura); insistir en las causas con celo y fanatismo, por encima de las sensibilidades de los demás, lo cual resulta paternalista e irrespetuoso porque equivale a concluir que los demás no pueden pensar por sí mismos y por ende no pueden sacar sus propias conclusiones sobre lo que conviene; y presentar —socavándolas así desde la base—, ideas potencialmente buenas en tono catastrófico.

Problemas hay, sin duda, pero la cantaleta, y su corolario, la predicción negativa, son formas de maltrato. No llevan nunca a una solución. Enloquecen, desesperan, no permiten respuesta, fastidian y siembran una rabia y una tristeza difusas que no encuentran salida. El daño de la cantaleta planetaria, por ser planetaria, se multiplica exponencialmente. Y no es un asunto menor porque estamos dañando a los niños y a los jóvenes en su posibilidad, y en su natural ímpetu (por lo general), de trabajar con entusiasmo por un mundo mejor. En parte a la cantaleta la magnifican en un multiplicador juego de espejos las redes sociales y los diversos medios de comunicación, cosa que ocurría con menos intensidad antes de la existencia de la Internet. Tal vez si se silencia o al menos se atenúa el monótono perifoneo de la catástrofe, la esperanza y las acciones en positivo ganen potencia y resonancia, que es lo mismo que decir que acallando la voz estridente de los videntes del cataclismo se puede abrir un espacio para permitir que cobre fuerza lo mejor de la juventud —y lo que deberíamos proteger como un gran tesoro y como uno de sus derechos fundamentales—, su capacidad y su derecho de proponer y de pensar en el futuro, no como una amenaza, sino como una bella posibilidad.

1 comentario en “Cantaletas planetarias”

  1. Excelente! interesante visión que nos pone a pensar diferente, a desear un cambio en nuestra forma de ver la vida y un replanteamiento sobre cómo nos expresamos cotidianamente y sobre todo en las reuniones con amigos o familiares, desde donde también aprenden nuestros jóvenes aunque a veces escuchen desde lejos.

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