Felicidades tenues

“Todo lo que vale la pena nace en la capilla del silencio y echa raíces en la soledad”. Su madre entrañable pronunciaba frases así. ¡Cuánto la extrañaba!

  Entró a la recóndita capilla enclavada en el bosque. Las piedras rezumaban humedad. Un solo vitral adornaba el recinto rústico y diminuto y por entre sus vidrios el sol vertía una luz tenue y multicolor. Como único símbolo religioso, un burdo crucifijo de madera colgaba detrás del altar de piedra, desprovisto de ornamentos.

  Yolanda se persignó y se arrodilló. Un manantial de música empezó a brotar desde su interior, ensanchándole el corazón.

  —Fiat, Señor, —dijo, como hablándole a su soledad en la penumbra, y se sintió más feliz que nunca