“Que no se nos mueran en diciembre”, suele decir su amada B. Maritornes no entendía muy bien de qué se trataba la preocupación con la fecha de la muerte, hasta que experimentó de primera mano lo que significa perder un ser querido en este mes de emociones en revuelo, en donde las nostalgias se arremolinan por los aires junto con las alegrías, en que el pasado, el presente y el futuro azotan el corazón por igual en medio de la búsqueda espiritual del significado de la Navidad.
Cada 22 de diciembre, pues, comprende lo que B quiso decir. Por fortuna, como es época de exaltar las virtudes, asimismo en cada aniversario (este es el cuarto) puede contemplar —en medio de una temporada que nos torna fácilmente lábiles—, esas virtudes que tuvo su padre, y que siempre será bueno recordar para tratar de asumirlas como propias, en beneficio de sí misma y de quienes la rodean.
፠ Tenía una inteligencia clara (como son todas las inteligencias superiores) que no se enredaba, ni se dejaba enredar en argumentos falaces.
፠ Demostraba su ternura con gestos físicos sutiles y respetuosos.
፠ Nunca se expresaba de forma descalificadora, adjetivada ni insultante sobre los demás.
፠ Concebía la vida como un juego lleno de acertijos por resolver.
፠ No hacía distingos de clases sociales en su trato con las personas.
፠ Tenía una gran compasión que lo llevaba a tender la mano a cualquier costo para aliviar las penas y las necesidades del prójimo.
፠ Enseñaba gustosamente todo lo que sabía, y sabía mucho gracias a su apetito voraz por la lectura y a su buena memoria.
፠ Nunca dijo una palabra soez.
፠ Tuvo en la segunda parte de su vida una fe en Dios a prueba de todo.
፠ Vivía los reveses de la vida, por duros que fueran, con pragmatismo y sin actitudes dramáticas ni sentimentales.
፠ No mostraba autocompasión alguna.
፠ Confiaba plenamente en sus seres queridos y en general, confiaba de las intenciones de los demás.
፠ Era optimista sobre el futuro.
፠ Era selecto y erudito en gustos musicales y escuchaba la música con reverencia y emoción silenciosa.
፠ Tenía un sentido del humor puntual, mordaz y certero, y muchas veces travieso.
፠ Era un excelente escucha y un gran consejero.
፠ No pareció nunca albergar un rencor ni referirse con dolor a los hechos del pasado.
፠ Era respetuoso a ultranza de la veracidad, de la libertad y de las opiniones ajenas.
፠ En todas sus transacciones buscaba siempre beneficiar a la contraparte.
፠ No contrajo deudas. En su código de vida no cabía la noción de estar endeudado.
፠ Fue ecléctico en sus intereses, lecturas y aficiones, sin presumir de sus conocimientos.
፠ Por encima de todo, fue bondadoso, apacible, libre de iras, y vivió convencido de que cualquier desenlace, de algún modo, sería para bien.
Y para bien todo será, por más que a veces la mirada se nos ofusque y el corazón se nos arrugue cuando miramos la fuerza amenazante y desbocada de los torbellinos que nos circundan. Todo, aunque no sepamos cuándo, un día se resolverá en una eterna navidad de concordia. Su padre vivió entregado al sereno y natural fluir de la confianza, y por eso se fue tranquilo al lugar en donde florece a perpetuidad la confianza, en todas sus versiones felices.