Libertad incondicional

Sentado en su silla de ruedas, miraba por la ventana hacia las montañas.

  —Si quieres puedes venir a ver televisión —dijo la voz desde la habitación contigua.

  Rodrigo permaneció en silencio, esperando la siguiente invitación, que vendría inexorablemente.

  —Si quieres puedes comerte la piña que trajeron.

  Rodrigo subió una ceja y reacomodó en la silla su esquelética, humanidad, emaciada y terminal.

  —Rodri, ¡si quieres puedes hacer un crucigrama!

  Los ojos de Rodrigo se nublaron de melancolía mientras contemplaba sus manos, otrora fuertes y llenas, convertidas en una fibrosa garra.

  Solo la enfermera le oyó decir —No pues, el país de la libertad.

Como tú

 

Agua que corres

por la cuenca fértil

de mis sueños.

Túnel verde

hacia la desembocadura de mí misma.

 

Sueño que me sueño

en tu caudal

de impetuosa soledad

para ir buscando

en tus remolinos

una piedra con quién hablar.

 

Me sueño en los rutilantes verdes

de la copa y del río

y me sueño bañada de sombras

por la espesura tropical

de abundancia enloquecida.

 

Y me sueño afiebrada de fertilidad

como la selva y como el trigal

y me sueño descansando

por fin, como tú, en el mar.